«Foto de las fotos»
Al poco de empezar a enseñar mis fotos en este blog voces a mi alrededor comenzaron a decirme que debía hacer una exposición. Las ideas que me proponían iban de las más delirantes a algunas razonables, mientras yo me preguntaba ¿cuál sería el circuito de una artista emergente ya entrada en años, algo redondita, que se retrata disfrazada y transforma esas fotos con photoshop? También me provocaba inseguridad saber que había empezado a enseñarlas al tiempo que iba aprendiendo y nunca las había visto impresas, sólo en diferentes ordenadores y en cada uno con distintos colores, contrastes y definición. Lo otro que me preocupaba eran los formatos. Las imágenes que vemos en distintas pantallas no tienen un tamaño real si no el que nosotros le damos en nuestra cabeza, así que la otra duda era al pasarlas a papel lo que las mías podían dar de sí. Pero había llegado el momento de dar ese paso y lié a los dueños de un pequeño y coqueto restaurante de mi barrio llamado Bufalino para enseñarlas allí.
«Mi amigo Éléphant de Le Roi leyendo el periódico en el Bufalino»
Ahora, a parte de tener que pasar de lo digital a lo material, tenía que pasar del mundo interior al exterior. Del cubículo a estar “expuesta”. Hasta el esqueleto. Se que no todo el mundo le encuentra gracia a mis fotos, que incluso algunos las detestan, ni que las condiciones en las que han sido hechas sirve de disculpa. Por suerte que en el momento en el que estaba con sudores, pensando en que cabía la opción de que la exposición resultara una mamarrachada, apareció Manolo, un amigo serigrafo que tiene un plotter y a demás me conocía lo suficiente como para poder comportarme con él como la novata que era y hace preguntas de pardilla, que me dio consejos prácticos, me las imprimió, e incluso me pasó retales de papel para que la gracia no me resultara muy gravosa. En su taller vi como iban naciendo linea a linea, las esperé para recogerlas amorosamente entre mis brazos, las yemas de mis dedos sintieron por primera vez su textura y al fin pude contemplar sus verdaderos colores.
«Cartel de la exposición en Tabalcalera»
En este nuevo periplo, otras cosas que he constatado es que incluso ya impresas la percepción de sus dimensiones será distinta según el tamaño del espacio donde las enseñes. Que lo que hay a su alrededor les va a influir para bien y para mal, y la desgracia de una mala iluminación. También que todo lo que es “más” cuesta mas dinero y que el bricolaje que hagas tú es lo que te ahorras.
Y en eso estás, buscando por tu barrio una guillotina para cortar papel, ganchitos en las tiendas de chinos, imprimiendo tarjetas para repartir por ahí (aunque no vaya nadie por lo menos que se sepa que lo has hecho), al tiempo que respondes a los amigos del Facebook sobre lo que más les importa: si en la inauguración habrá coctel.
Durante la exposición de Tabacalera, que era colectiva, me lo pasé correteando de aquí para allá buscando a mis invitados para servirles más vino. A parte de los amigos habituales, hubo gente curiosa: reapareció Super Gato, mi querido amigo Éléphant de Le Roi ya había venido a la del Bufalino y una sofisticada neoyorkina pareció interesada.
«La curadora de Nueva York»
En cada uno de esos pasos, como a un niño que le enseñas a andar, las fotos empiezan a tener su propia vida, a lo mejor una que no te esperabas, como la «Diosa Arroba» que ahora tiene un marco barroco y mira la bahía de Cadiz. Igual que un hijo que se ha ido de casa, comienzan a habitar en nuevos espacios, la gente las contempla desde distintos ángulos y miradas, y se convierten en parte de lo que las rodea. Ojalá también encuentren a quién las quiera y hagan feliz a su madre.
«Élephant de le Roi visitando la exposición del Bufalino»
«La vida propia de las fotos»
P.D: Las fotos en Tabacalera han sido hechas por Fernando Bordeu. También quiero agradecerles a Nacho y Letizia por dejarme su espacio para exponer y hacer las fotos del Bufalino (C/ Puebla nº9, Madrid). A Pato Valdés y Diego Castillo por su inestimable ayuda en el montaje de la exposición de Tabacalera y a Manolo por lo que ya les conté. También a todos los que con su complicidad me han ayudado a llegar a este punto.