Posts Tagged ‘fotos’

LA FAMA CUESTA

domingo, junio 17th, 2012

 «Combi»

Ayer por la tarde, mientras trabajaba, tenía la televisión encendida y estaban  poniendo Casablanca.  Acaban de entrar los nazis  en París y sin necesidad de mirar sabía que Rick tenía a Ilsa entre sus brazos. Llena de zozobra le decía:

-Mientras el mundo se derrumba, nosotros nos enamoramos.

Con esa misma incertidumbre ante el futuro con la que ellos se besaban,  refugiada en mi atalaya en un país que se hunde, volvía a retocar una vez más fotos que ya había visto decenas de veces, enfrentándome a mirar atrás y comprobar las huellas que deja el tiempo.

Igual me afanaba en conseguir terminarlas lo mejor que pudiera y, aunque no sepa hasta cuando podré seguir con este juego, me agarraba a ellas con esa misma pasión con la que Rick  e Ilsa se abrazaban soñando con un mañana.

 

 

Las fotos eran para una web que me estaba haciendo © Chaz Web Design a cambio de un par enmarcadas. Ya las tenía listas y esperaban sobre el sofá a su nuevo dueño. Junto a ellas hay otra de 50×70 que tengo que llevar al la champañería María Pandora, un lugar de grandes ventanales, aire antiguo, cómodo y bonito dónde los lunes se reúne un grupo de fotógrafos a hacer tertulia. Proyectan fotos y las comentamos mientras bebemos cerveza, comemos cacahuetes, chuches y fruta troceada. Ahora han organizado una exposición.

 «Saludos a tu perro» (re interpretación de una foto de J.Pérez-Fajardo)

También debía preparar otras para un concurso. Por el momento, lo único que he ganado ha sido una foto de Juan Pérez-Fajardo, un fotógrafo con muchas patillas, a la que habría que hacerle sitio.

 

 «Kanaga»

Lo de exponer estaba bien pero, ¿qué haces con las fotos cuando vuelven a casa? Tenía que plantearme desprenderme de algo, pensaba en la Kanaga, una máscara Dogón que representa a un Dios de la fertilidad, con la que siempre tengo cuidado de no chocar por si acaso.

 

«Esculturas de Sergio Castillo»

Durante gran parte de mi vida, el ir y venir de esculturas fue una constante. Mi padre era escultor y mi madre la tercera de sus cuatro esposas. Cuando nací ya había llegado a la cuarentena así que desde que tuve uso de razón todo el tiempo a nuestro alrededor alguien lo llamaba maestro.

 

«Sergio Castillo y su hija Tola».

Por nuestra casa, atraídos por el imán del creador con reputación, siempre pasaba gente de lo más variada: artistas de todo tipo de disciplinas, profesionales liberales, herederos diletantes arruinados, empresarios, políticos, diplomáticos, intelectuales, bohemios, “niñas de taller”, amigotes de toda la vida y sus diversos ayudantes.

 

«Con Lucho y Pedro ayudando en el taller «

Mi padre decía que los artistas no pertenecían a ninguna clase social, que si tienen reconocimiento, aún sin dinero, les está permitido transitar por todas ellas (aunque siempre era mejor que pensaran que había: señal de ser una buena inversión). Así que siempre vivimos en esa ambigüedad de “somos pobres, somos ricos, nadie sabe lo que somos”,  pero en la intimidad había que ser conscientes de que íbamos al día.  Por eso cuando aparecía alguien dispuesto a gastarse dinero en arte se le hacía fiesta y todos participábamos en la puesta en escena. Mi padre los recibía con su mandilón y les daba una vuelta por el taller. Entre yunques,  fraguas y martillos les explicaba los secretos de la escultura hecha con metal. Después, ya aseado, se sentaba en un sillón del salón y les narraba montones de anécdotas: su infancia de niño golfo y rico, su primera juventud como camionero, la bohemia en un París de post-guerra, las mujeres que había conocido. Casas de putas, peleas a puñetazos, artistas locos, hippies en ácido, casinos, pensiones y fiestas en casas de millonarios llenaban sus relatos.

 

«Artistas en París»

En esos momentos, como mi papel estaba en la retaguardia, me retiraba a la cocina a exprimir naranjas para preparar nuestra versión particular de la jarra de vodka sour. También ayudaba a elaborar platos sencillos y con un toque exótico con los que deleitábamos a nuestros invitados que vivían con felicidad ese momento de expansión. Algunos salían con una escultura debajo del brazo.

 

«Sergio Castillo en su casa de San Lorenzo de El Escorial»

Como siempre se necesitaban fotos para los catálogos, galerías, concursos o aduanas, muchas veces las hacía él. Yo lo ayudaba y me explicaba de cada una cuál era el mejor ángulo. Más adelante me regaló su vieja Canon. Tal vez esas tardes que nos íbamos al campo con la furgoneta cargada de esculturas para hacerles fotos fueron de los mejores momentos que pasamos juntos. Después todo se jodió, pero esa es otra historia.

«Niña Tola y el perro Sol». Fotografía de José Lamarca.

Mientras daba vueltas a todo esto recibí una llamada de Éléphant de Le Roi. Nos conocimos en una exposición y congeniamos. Me había contado que era el secretario de una tal Lady MacFoxy que tenía una colección de arte. Una vez medio borrachos en la barra de un bar me resumió en lo que consistía su asociación:

-Yo soy el que tiene la sensibilidad, ella el olfato y el dinero.

 

«La coleccionista Lady Foxy y su secretario Éléphant de Le Roi»

Me llamaba para decirme que la había convencido para que me conociera y que en media hora estarían en mi casa.

-Me pillas de sorpresa, no tengo nada de beber… Debería comprar vodka, naranjas…

-Olvídate, ahora se llevan los gin-tonics.

 

«La coleccionista y su secretario»

Frente a esa mujer con tanto poderío, me costaba soltarme. En un momento que fui a la cocina por más hielo, acuclillada frente a la nevera y maldiciéndome, una voz salió del congelador y me dijo:

-Pide consejo a tu padre. Es verdad que al final se lo montó como el culo pero haz de la mierda estiércol. Hay una herencia que nunca nadie te podrá quitar: lo que aprendiste estando a su lado.

Así lo hice y oí otra voz, esta vez masculina y que me venía de dentro, decir:

-Recuerda a los encantadores de serpientes, que suene la flauta y salga la culebra…

 

«Criterio y olfato»

Al volver al salón primero hice tintinear los hielos, después le solté a la Lady un rollo sobre que todo venía como reacción ante la visión tan unidimensional que se da en los medios de nosotras. Que pensaba que el discurso sobre la mujer real era sólo demagogia, que al capital le interesa tenernos insatisfechas para que  gastemos dinero. Que aunque no queramos ver que el tiempo pasa no lo podemos evitar, pero no quiere decir que estés con ganas de que te metan en un armario.

Al decir que todo se resumía a eso pero con fantasía y colores, a Lady MacFoxy se le iluminó la cara:

-Fantasía y colores… Deberías pensar en el marcado japonés. Están abiertos a las cosas más locas.

 

«Pensando en el mercado japonés»

 

Esta mañana me desperté con la cara pegada a las teclas del ordenador murmurando:

-Debo llamar a la Yamamoto para que me traduzca una carta…

Aún no sé si todo esto que les cuesto realmente sucedió. Ahora me pasaré por la cocina. Si hay rastros de gin tonics fliparé con esta historia.

«Soñando con cosas de payasa».

Fin.


ARTISTA EMERGENTE. DE LO DIGITAL A LO MATERIAL

lunes, abril 30th, 2012

«Foto de las fotos»

  Al poco de empezar a enseñar mis fotos en este blog voces a mi alrededor comenzaron a decirme que debía hacer una exposición. Las ideas que me proponían iban de las más delirantes a algunas razonables, mientras yo me preguntaba ¿cuál sería el circuito de una artista emergente ya entrada en años, algo redondita, que se retrata disfrazada y transforma esas fotos con photoshop? También me provocaba inseguridad saber que había empezado a enseñarlas al tiempo que iba aprendiendo y nunca las había visto impresas, sólo en diferentes ordenadores y en cada uno con distintos colores, contrastes y definición. Lo otro que me preocupaba eran los formatos. Las imágenes que vemos en distintas pantallas no tienen un tamaño real si no el que nosotros le damos en nuestra cabeza, así que la otra duda era al pasarlas a papel lo que las mías podían dar de sí. Pero había llegado el momento de dar ese paso y lié a los dueños de un pequeño y coqueto restaurante de mi barrio llamado Bufalino para enseñarlas allí.

«Mi amigo Éléphant de Le Roi leyendo el periódico en el Bufalino»

Ahora, a parte de tener que pasar de lo digital a lo material, tenía que pasar del mundo interior al exterior. Del cubículo a estar “expuesta”. Hasta el esqueleto.  Se que no todo el mundo le encuentra gracia a mis fotos, que incluso algunos las detestan, ni que las condiciones en las que han sido hechas sirve de disculpa. Por suerte que en el momento en el que estaba con sudores, pensando en que cabía la opción de que la exposición resultara una mamarrachada, apareció Manolo, un amigo serigrafo que tiene un plotter y a demás me conocía lo suficiente como para poder comportarme con él como la novata que era y hace preguntas de pardilla, que me dio consejos prácticos, me las imprimió, e incluso me pasó retales de papel para que la gracia no me resultara muy gravosa. En su taller vi como iban naciendo linea a linea, las esperé para recogerlas amorosamente entre mis brazos, las yemas de mis dedos sintieron por primera vez su textura y al fin pude contemplar sus verdaderos colores.

«Cartel de la exposición en Tabalcalera»

En este nuevo periplo, otras cosas que he constatado es que incluso ya impresas la percepción de sus dimensiones será distinta según el tamaño del espacio donde las enseñes. Que lo que hay a su alrededor les va a influir para bien y para mal, y la desgracia de una mala iluminación. También que todo lo que es “más” cuesta mas dinero y que el bricolaje que hagas tú es lo que te ahorras.

Y en eso estás, buscando por tu barrio una guillotina para cortar papel, ganchitos en las tiendas de chinos, imprimiendo tarjetas para repartir por ahí  (aunque no vaya nadie por lo menos que se sepa que lo has hecho), al tiempo que respondes a los amigos del Facebook sobre lo que más les importa: si en la inauguración habrá coctel.

Durante la exposición de Tabacalera, que era colectiva, me lo pasé correteando de aquí para allá buscando a mis invitados para servirles más vino. A parte de los amigos habituales, hubo gente curiosa: reapareció Super Gato, mi querido amigo Éléphant de Le Roi ya había venido a la del Bufalino y una sofisticada neoyorkina pareció interesada.

«La curadora de Nueva York»

En cada uno de esos pasos, como a un niño que le enseñas a andar, las fotos empiezan a tener su propia vida, a lo mejor una que no te esperabas, como la «Diosa Arroba» que ahora tiene un marco barroco y mira la bahía de Cadiz. Igual que un hijo que se ha ido de casa, comienzan a habitar en nuevos espacios, la gente las contempla desde distintos ángulos y miradas, y se convierten en parte de lo que las rodea. Ojalá también encuentren a quién las quiera y hagan feliz a su madre.

«Élephant de le Roi visitando la exposición del Bufalino»

«La vida propia de las fotos»

P.D: Las fotos en Tabacalera han sido hechas por  Fernando Bordeu. También quiero agradecerles a Nacho y Letizia por dejarme su espacio para exponer y hacer las fotos del Bufalino (C/ Puebla nº9, Madrid). A Pato Valdés y Diego Castillo por su inestimable ayuda en el montaje de la exposición de Tabacalera y a Manolo por lo que ya les conté. También a todos los que con su complicidad me han ayudado a llegar a este punto.